«El Dios que predica Jesús es un Dios inmenso, pero siempre Padre; Dios es el dueño y señor absoluto y universal, pero siempre Padre; Dios es el fuerte, el Creador, pero siempre Padre; Dios es la vida, la verdad, pero siempre Padre; Dios es la tensión siempre bullente e inabarcable de un existir simplemente infinito, pero permanentemente Padre.
Dios es esa preciosa parábola del hijo pródigo. Cuando lo vio su padre que venía a lo lejos, machacado y lleno de harapos, el padre sale corriendo al encuentro de su hijo y cae sobre él y lo identifica consigo con un abrazo omnipotente, como abrazo de Dios. Y lo coloca de nuevo como hijo, como si no hubiese hecho nada a su padre. Así es Dios. ¡Qué grande es el amor de Dios!
Si yo soy hijo de Dios, todos los enigmas de la vida, todo lo imposible de explicar, el terrible y atormentante problema del mal, todo queda aclarado. Si Dios es Padre, nada mal hecho, nada indebidamente permitido, nada sin justa razón. Yo no lo veo, pero los brazos de mi Padre me dicen que él cuida que para sea así. La palabra PADRE es solución total.
Por eso, el seguidor de Jesús no busca el porqué del dolor que le acosa. El seguidor de Jesús, lleno de humildad, solamente busca el para qué. “Padre mío, acepto este dolor, este conflicto. ¿Para qué lo destinas, Padre mío? No te pido que me lo justifiques. Solamente pido que me aclares el para qué, con el fin de apoyarte y abrazarme más y más con este dolor que me has dado para algo”. El seguidor de Jesús está lleno de confianza». (P. Molina)
Necesitamos su consentimiento para cargar las traducciones
Utilizamos un servicio de terceros para traducir el contenido del sitio web que puede recopilar datos sobre su actividad. Por favor revise los detalles en la política de privacidad y acepte el servicio para ver las traducciones.