«¿Sabes por qué no puedes hacer el bien? Por tu poca fe. Abrirse a Dios no es evadirse del mundo y sus realidades temporales. La fe no es una evasión. La fe nunca desvía de la acción. Si a ti te desvía, la has entendido mal.
El profeta no se retira, no se encierra, no reduce su actuación a lugares protegidos, a espacios ya cultivados. El sitio del profeta es la calle, la plaza pública, los sitios a donde acude y se reúne la gente para hablar de sus problemas, para hallar la solución adecuada a sus problemas.
Pensemos en los millones de desheredados que viven inmersos en ese mar del hambre, destrozados y rotos: hambre de Dios y de virtud, que no tienen y nadie les ayuda a tener. Hambre de cultura y de verdad que no tienen y nadie les ayuda a tener. Hambre de pan y de salud que no tienen y nadie les ayuda a tener.
Mira el mundo de los desnutridos, de los hambrientos, de los semidesnudos, de los sin techo, de los esclavos del sexo, del vicio, de la injusticia. Es un mundo que va en aumento. Este mundo pide que tú decrezcas en confort.
Y ante esto, ¿voy a quedarme indiferente? El santo pone toda su vida en actividad por Dios y, en Dios, por el hermano que sufre. Hoy la Iglesia reclama personas totalmente dóciles, capaces de separarse de todo lo propio, de aceptar todo riesgo y de entregarse de corazón a ejecutar cualquier clase de misión que le sea encomendada.
Tenemos que ser portadores de paz, de amor y comprensión para el mundo de hoy. Para hacerlo no tenemos necesidad de cañones y de bombas. Tenemos solo necesidad de un amor profundo, de una profunda unión con Cristo para poderlo dar a los demás.
Es misión del cristiano, seguidor de Cristo, hacer el progreso económico social de tal modo que sirva para conducir a los hombres a Dios. Esto no lo podemos hacer si no participamos con riesgo en acciones colectivas, lo que es lo mismo que decir en asociación.
Hacer esto es vivir la caridad cristiana al más alto nivel. Si mi cristianismo no me lleva a embarcarme en acciones comprometidas y con riesgo por el hermano desgarrado, es un cristianismo falso, es un cristianismo que me dice que es bueno quedarme indiferente ante el desgarro del hermano.
La felicidad está en vivir para hacer felices a los demás. Hay mayor alegría en dar que en recibir. Vivir para los demás es encontrarte a ti. Cuando salgas de ti, comenzarás a interesarte por los demás.
En la escuela de Dios no hay que poner los ojos en lo que cuesta la santidad, sino en lo que vale. Nuestro mundo actual está enfermo, ¿lo quieres sanar? Si quieres, puedes. Todo yo tengo que ser para el machacado. Esa es tu vocación. ¿Por qué? Porque es la vocación de Jesús y tú te llamas ¡cristiano!». (P. Molina)
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